Primera parte: Así empecé yo….. Trotar es un camino siempre a medio recorrer pues la meta se va a alejando. Un trotador es insaciable. Va de carrera en carrera esperando la siguiente….. y cuando logra cumplir una distancia, se imagina que hubiera podido dar un poquito más.. Aun si en esos últimos kilómetros horribles y dolorosos, jure y re-jure que esta será la última carrera, que quien me manda, que no hay necesidad de sufrir tanto, que seguramente me voy a gastar las rodillas antes de tiempo, a los pocos minutos de llegar ya estoy pensando, ¿Cuándo será la próxima? Llevo trotando desde que tengo 12 años. Me enseñó mi papá. Salía con él y quedaba como un trapo, pero era feliz pues él me contaba historias y yo le hablaba de mis temas. Trotábamos sin relojes, sin afán y sin audífonos. Era una conversación solo interrumpida por su obligada tomada de agüita en un termo que llevaba en una riñonera. Me corregía todo! Especialmente los brazos. Muchas personas trotan con los brazos recogidos o agitándolos de lado a lado. Los brazos deben colgar y ser imperceptibles, no pueden generar tensión. Me enseñaba su técnica para plano: pasos largos y para loma: pasos cortos y más seguidos. Miraba la alineación de todo mi cuerpo y me “ enderezaba” si estaba encorvándome. Nunca hicimos un intervalo o un pique, era pura zona aeróbica, deliciosa y sostenida. Hoy, cada que se me ocurre otra idea tipo triatlón o maratón, mi papa me dice con un orgullo real “ estas loca” y yo le digo “ culpa de quien”. Cuando me ve la cara de disfrute absoluto, al llegar destrozada de un entrenamiento exigente me dice “ a la orden”.
Haberme enseñado a trotar es una de las principales herramientas que recibí de mi papa, quien sigue haciendo ejercicio a diario y tiene un cuerpo más saludable que el de muchos de 35. Pero no se trata casi del cuerpo. Trotar es un acto meditativo, de absoluta conexión, introspección y entrega. Poco tiene que ver el tema “fit” o estético, para un trotador de verdad. Las piernas son la herramienta para poder llevar la mente a lugares desconocidos, para poder crear sin barreras y superarse una y otra vez. Yo sé que para muchos parecemos “chiflados” y no entienden el motivo que hay detrás de entrenar para digamos 42 kilómetros. No lo entienden pues no lo han vivido.. Pero que levante la mano quien después de adoptar el trote, no haya sanado algo o no haya evolucionado en algún campo de su vida.
Si apenas van a empezar a enamorarse del trote, claramente las primeras trotadas serán duras, dolorosas, exigentes. Luego vendrán otras de mayor adaptación, mas suaves, que podrán disfrutar…. Hasta que llegue el diablito del hombro a decirles “hey, puedes dar más no crees?” Entonces volverán a correr la barra que se habían puesto. Si ya lograron 5 kilómetros, por qué no 10? Y si ya 10 son manejables, que tal media maratón? O 10 más rápido? Suena interesante verdad? Eso si, por favor con calma, fortaleciendo, que en este tema las lesiones pueden frustrar a cualquiera… y con amor, y con dedicación. Pues lo último que quiero comentar hoy es qué trotar les puede cambiar la vida. Les dará una estructura como pocas cosas, además de sembrar la semilla de la disciplina que permeará a todos los rincones de sus vidas.